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Writer's pictureYolanda Monet

Mi pecado no tiene comparación

Updated: Oct 18, 2023

Por Yollymonet

De acuerdo a la Teoría de la Comparación Social, nos comparamos con otras personas mayormente para sentirnos mejor con nosotros mismos. La idea es lucir mejor que la persona por la que me dejó mi pareja, creer que estoy mejor preparada para esa posición en el trabajo, y hasta creer que no soy tan mala persona como ella(él). Esto es lo que pasa cuando alguien ha abortado ya que la sociedad nos enseñó a categorizar los pecados. En este caso comenzamos a sentirnos peor comparados con el resto de nuestros amigos, familiares y hasta con el resto de la iglesia. Es un principio social que no va de acuerdo con la verdad bíblica. En nuestros grupos escuchamos constantemente este error doctrinal en frases como: no sé si Dios me podrá perdonar, no creo que logre perdonarme a mi misma, es el peor pecado que se puede cometer.


Querida(o) amiga(o) que me lees, tu pecado y mi pecado no tienen comparación. De hecho, la misma Biblia lo afirma en Romanos 3:23 NBV: “Es así porque todos hemos pecado y no tenemos derecho a gozar de la gloria de Dios.” Es obvio que si todos pecamos y somos vistos de la misma manera en el cielo, como pecadores, entonces no hay espacio para la comparación porque nos comparamos porque nos creemos diferentes. Este principio bíblico hace bien claro que nadie puede ser señalado por su prójimo por haber abortado o haber consentido a un aborto porque su condición de pecador lo coloca al mismo nivel y se estaría juzgando a sí mismo porque es igual de pecador. Sólo Jesucristo vivió una vida intachable, perfecta, sin pecado, y sólo Él tiene el derecho a compararse contigo y conmigo. La Biblia dice en Hebreos 4:15 DHH: “Pues nuestro Sumo sacerdote puede compadecerse de nuestra debilidad, porque él también estuvo sometido a las mismas pruebas que nosotros; sólo que él jamás pecó.” Querida(o) amiga(o), el único que tiene el derecho a compararse con nosotros es Jesucristo y sin embargo escogió compadecerse de nosotros en lugar de juzgarnos o rechazarnos. Así que, si te vas a comparar con alguien, que sea con nuestro Señor Jesús.


Cuando me comparo con Cristo, me veo tal cual soy. Sólo cuando me comparo con la persona correcta me doy cuenta que soy pecadora (todos lo somos) y no soy digna de tener una relación con Dios (nadie aquí en la tierra lo es). Mientras más me acerco a Jesucristo más descubro lo imperfecta que soy y mis incongruencias. Pero mi historia como pecadora tiene un final feliz. Fue la idea de Dios enviar un Salvador al mundo para que todos los que lo aceptamos podamos recibir una nueva identidad en el cielo. Ya no soy llamada pecadora porque Jesucristo me perdonó y me libró de la cárcel de la culpa y la vergüenza donde el aborto me arrojó. Ahora soy conocida en el cielo como redimida (librada de una obligación, de un dolor o de una situación penosa) así como lo dice en Efesios 1:7 NVI : “En él tenemos la redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados, conforme a las riquezas de su gracia”; como restaurada (reparar, renovar o volver a poner algo en el estado o estimación que antes tenía) como dice Gálatas 6:1 RVC: “Hermanos, si alguno es sorprendido en alguna falta, ustedes, que son espirituales, restáurenlo con espíritu de mansedumbre. Piensa en ti mismo, no sea que también tú seas tentado”; y como hija(o) amada(o) de Dios según Efesios 5:1-2 NVI: “Por tanto, imiten a Dios como hijos muy amados y lleven una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios.” Así que, cuando me vuelva a sentir tentada a comparar mi pecado con el de otros, me obligaré a recordar cómo me ve Dios.

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